Mi abuelo fue un escritor 'pulp'

La asociación ACHAB publica «Memoria del porvenir», obras completas del escritor 'pulp' Robin Carol de la década de 1950

DIETARIO

Marcos Gisbert

Que mi abuelo Antonio, yeclano hijo de bracero y tornero y criado por su tía materna Juana la modista, escribiera alguna novela de quiosco en su juventud, con el seudónimo de Robin Carol, no me era desconocido. Incluso conservaba algún original en el fondo de la estantería, como rareza, o quizás reliquia, familiar. La sorpresa llegó cuando Pepe Cueto, editor sevillano, y avatares mediante, contactó a los herederos (queda mi madre), interesado en investigar y publicar «la obra completa de Robin Carol» (?). Es una editorial modesta, impulsada con la voluntad y pasión propias del coleccionista y aficionado por lo raro y curioso, como una suerte de cámara de las maravillas de la era humanista. En su caso, les impulsaba particularmente las llamadas novelas ‘de a duro’, ‘bolsilibros’ o ‘de tiro tenso’ que tanto se publicaron en los años 50 y 60 en todo el estado español. Eso que hoy se ha convenido en llamar ‘literatura pulp’. Y resulta que Robin Carol llegó a publicar cinco de ellas, de los géneros bélico… policiaco… ¡y espacial!

Tras meses de investigación, correos, visitas a hemerotecas y llamadas telefónicas, tener el volumen en mis manos supuso toda una fantasía. No salgo de mi perplejidad al leer en el prólogo del editor expresiones como «roman-fleuve espacial», «cinco novelones, comprimidos como bonsáis», «donde la mayoría de los escritores tendía a dilatar, Robin Carol tendía a reducir», «calidad literaria», «rigor documental», etecé, etecé… No me veré ante una joya perdida de la literatura, ni lo espero, pero sí ante un libro como artefacto de gran valor documental e histórico. Así debe -supongo- funcionar la memoria, escribiéndose e inventándose de nuevo a la luz de los acontecimientos que surgen en sarta y que uno nunca imaginó que fueron. Añado aquí el breve prólogo que el editor me propuso como nieto de Robin, donde no ensayo más que unos primeros y lejanos recuerdos que vinculan a mi abuelo con el arte y la literatura. De antemano pido perdón por poder quedar algo pedante y pretencioso en el pasaje, y por la calidad de algunas de las fotos. ¡Bienvenidos a la Era Atómica!

EL BUEN LECTOR

«Están presente y pasado presentes / tal vez en el futuro, y el futuro / en el pasado contenido». (T. S. Eliot, Cuatro cuartetos, I, 1-3)

Empecé a intuir lo que es poesía leyendo a Eliot. Solo después, en retrospectiva, pude empezar a intuir el lado afectivo de mi abuelo cuando, insistentemente, me animaba, casi como una obligación vital, a leer y pensar en profundidad los Cuatro cuartetos. Claro que por aquel entonces, instar a un joven de quince o dieciséis años a adentrarse en una obra de lectura y alcance de tal complejidad, aún para las mentes más preparadas, resultaba una tarea quimérica y, en la práctica, imposible. Menor quimera resultaba acercarse a otra obra, esta vez novelística, que recuerdo citaba muy a menudo por igual, aunque en tono admirativo y más bien a título personal: La casa de los siete tejados, de Nathaniel Hawthorne, que sin duda, visto ahora, despertaba los costados que inspirarían sus novelas, basadas en la imaginación pura.

Cuando anuncié en casa que quería ser actor, la cosa devino más seria. La vergüenza. Mar y Jesús, a su manera, me apoyaron y Antonio (el Robin que firma las novelas que tienes en las manos) se resisitió a disuadirme para que intentara dedicarme a otra cosa. Al fin y al cabo, él mismo había experimentado sus tanteos en el arte, y a menudo contaba entre risas y chanzas que fue bailarín de claqué durante una temporada, junto con un compañero de escena. “¿Por qué no iba el chico a poder intentarlo? Hay que dejar que se equivoquen…”, podría haber pensado desde su fuero interno (el pensamiento lo añado yo, por supuesto). Pero su gesto se tornaba grave cada vez que el tema salía a la luz. Lee a los griegos, fórmate mucho, hay que estar muy preparado para ser actor, solía decirme. Era un gesto en el que, también a su manera, me acompañaba.

Hoy que las vocaciones se han situado y han dado algunos frutos, cuando entendí que la llamada del teatro venía de la escritura escénica y la poesía, y no de la interpretación, pienso en todos nuestros mayores que no pudieron correr la misma suerte que nosotros, a quienes se nos ha dado la oportunidad de poder dedicarnos a aquello que nos gusta. Antonio fue niño de la guerra, y el salto que se produce de él a los mileniales de principios del siglo XXI –entre los que me encuentro– es de alcance casi cuántico en lo material, en lo espiritual, en lo sistémico… y en tan solo dos generaciones. Valoremos los trabajos realizados en sus justas circunstancias, sea cuales pudieran ser sus expectativas. Cuando leo a Robin Carol, no puedo sino recrear la imagen de aquel artista, sobre todo gran lector (condición necesaria para lo primero, como se repite habitualmente), que gustaba de contemplar en su horizonte a Eliot, a Hawthorne, o nada menos que a los griegos clásicos.

Valencia, a 6 de julio de 2020 - Año de la pandemia

[Más info: "Robin Carol, un escritor rescatado del olvido" (José Carlos Canalda, 14/3/2021)]