«Honra la ciudad que funda un teatro»

Sobre la apertura de una nueva sala de teatro en València

TEATRODIETARIO

Marcos Gisbert

Un nuevo teatro se ha fundado en la ciudad. El Teatro Patraix abrió sus puertas hace menos de un año en el barrio del mismo nombre de la ciudad de Valencia. La sala está en contacto directo con la vida vecinal y sabe que gran parte de su supervivencia a medio y largo plazo depende de ello, a través de alianzas con distintas asociaciones locales, descuentos y cursos de formación para vecinos del barrio, u organización de actividades que involucran a distintos colectivos y profesionales de las calles aledañas al histórico Mercado de Jesús. Aún no había tenido ocasión de visitar este nuevo espacio en la ciudad.

Cuando llegamos, a pesar del frío estacional, el bueno de José nos invitó a pasar a los cinco o seis que llegamos con unos minutos de antelación, «para que estéis más a resguardo del frío». Tras este gesto que apelaba por sí solo al cuidado y la atención, pasó a atender amablemente a una vecina interesada en la breve trayectoria y condiciones de la nueva sala. A falta de unos últimos retoques por acabar en la instalación, se respiraba atención al detalle en cada rincón: estanterías con figuras y memorandos de montajes anteriores, asientos para amenizar la espera de los visitantes, y revistas e información sobre la actividad del barrio. Olía a desván o almacén de utilería; olía, en definitiva, a teatro, pero el de verdad, el de pequeñas grandes compañías que rechazan la sola noción de ganancia o la ciega visibilidad a costa de todo. La programación de teatro adulto prometía —y ha ofrecido hasta ahora— teatro de formato medio que dialoga con las personas del presente y el pasado, en esa máquina de sombras y fantasmas que es el hecho teatral.

«Honra la ciudad que funda un teatro». La frase fue escrita por Edward Bond a raíz de la apertura de Le Théâtre de la Cité en Toulouse, Francia, en el año 1998. «Muy siglo XX», dirán algunos, cuando eso no siempre debe considerarse un defecto; si no, mira lo que nos dice Bond, siempre en clave política y gubernamental: «En nuestro tiempo, hay dramaturgos y más gente que trabaja en los teatros que han sido fusilados, silenciados, llevados a prisión o que se han exiliado. Pero lo que antes se dijo en sus escenarios, se sigue diciendo en nuestras casas y sitios públicos. El escenario es una huella de lo que deja la historia. (…) El teatro es una casa de rehenes: vamos allí a luchar por nuestras vidas, jamás lo dudéis. Honrad la ciudad que funda un teatro. Sobre sus escenarios, decid lo que está prohibido decir en tiempos oscuros».

No hace falta recordar muy alto otras épocas (cuando una obra teatral podía costar la cárcel o el paredón a alguno de sus creadores; cuando cómicos o escritores, llámense también tuiteros, han podido verse ante un tribunal, ay, nostalgia de años 10… del presente siglo XXI; o en esta nueva ola de puritanismo conservador que no tolera hablar del otro bajo el paraguas de un paranoico «adoctrinamiento», solo a la vista de quien lo señala) para comprender la actualidad de estas palabras.